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eriazo_01

eriazo 01 Topografia aleatoria

 

Fecha: 18.12.14

Dirección: Cochrane 26, Barrio Puerto, Valparaíso

Rol: 5905

Dimensiones del terreno: 19.8 x 16.7 mts

Materiales utilizados: 1500 mts de hilo perlón, 2 rollos de sellocinta

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Pequeños puntos suspendidos de una trama tejida entre vestigios de los muros divisorios del terreno y elementos en el suelo (fierros, palos, rocas, piedras, ramas). El levantamiento (descripción de la topografía del lugar) se hace mediante el desplazamiento aleatorio de 3 cuerpos que “tejen” las 3 direcciones del espacio.

 

Este eriazo conecta dos calles paralelas. El sitio está contenido por dos largos muros de ladrillo a cada lado. A un costado el Flamingorose, viejo tugurio de luces rosadas y neones y una barra de los años 70. Al otro lado, una edificación con departamentos a medio ocupar en sus 2 plantas superiores y un pequeño y poco frecuentado café a nivel calle. La persistencia  de algunos eriazo paraciera ser por los muros vecinos que lo contienen. Los frentes a la calle  son una tercera parte del largo que los junta a través de él. Ese vínculo, directo, desnudo solo es posible en la ausencia del cuerpo edificado.

La decadencia empieza antes, no se sabe muy bien en que momento, luego, años después, seguramente vino un incendio. El edificio queda a merced de pasantes y curiosos, que van despojándolo de artefactos, piezas metálicas, , cañerías de cobre, cerámicos y demás elementos sobrevivientes al fuego. Con el correr del tiempo, el lugar va transformándose en escondite de outsiders, en destino de desperdicios, basura, despojos de habitantes esporádicos, furtivos o fugitivos de la sociedad. Hasta que viene un terremoto y los antiguos rellenos de adobe de los muros se vienen abajo pulverizados, y con esto, la caída del techo y las fachadas y toda la estructura de viejos robles apolillados por el tiempo, el sol y la humedad: sin el apoyo de los muros intermedios o interiores no es posible soportar el cobijo de la techumbre.

Días, meses, años,  llega decreto municipal de demolición y mandato para que el “propietario” cierre el lugar. Días, meses y más años, rejas en ambos frentes del terreno, tipo malla metálica y los pasantes furtivos lo quieren traspasar, esconderse o cortar camino. Otros años, y crece la maleza en primavera, subsiste en invierno latente, hasta hoy que llegamos con la decisión de ocupar el lugar, medirlo, señalarlo, señalar la historia, la posibilidad y el juego por que si, y porque somos 3 además de otros varios, tal vez  mas cansados que nosotras.

¿No son posibles los lugares entre escombros? Ese no es el punto en todo caso.

Se nos ocurre hacer una banca y un puente de madera, regar los árboles y malezas, guiarlos para que se propaguen, pedirle agua a un vecino y electricidad a otro para poner música y luminarias durante la noche- y vincular las dos calles a través.

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Y entonces, ese mismo día, nos metemos al terreno y lo atravesamos. Huele mal, caca, bolsas de basura a medio abrir por perros y gatos que husmean entre la maleza; restos de comida, conchas de choros y machas, bolsas de te y de tallarines, piedras, pedazos de ladrillo  y cerámicos.

A la semana volvemos con 3 madejas de cuerda negra de 500 metros cada una compradas en un viejo almacén del barrio que vende artículos para embarcaciones. Y pensamos: un no-lugar con dos frentes y dos lados que lo sostienen puede ser atravesado desde 3 no-esquinas mediante estos hilos que conecten, soporten, divaguen, se sostengan entre si y entre los vestigios de cada muro lateral y los residuos del terreno (piedras, ramas de malezas, palos). Durante las siguientes 3 horas divagamos cada una desplazando ese hilo en las tres dimensiones que nos permite nuestra escala humana de piernas-cintura-brazos-cabeza. Tejemos como arañas esta absurda configuración inútil y que sabemos, momentánea. Nos lanzamos los carretes de hilo la una a la otra a través del eriazo y seguimos zigzagueando,  en cada cruce un nudo. Queremos llenar el lugar de esta red, hacerlo visible en lo tenue de este hilo casi invisible de recuerdos que no sabemos. Queremos que la red hable, que murmure, que interfiera subliminalmente la realidad.  Los pasantes (esporádicos) se detienen, preguntan qué hacemos y les respondemos que estamos haciendo “un juego”, se ríen. Un vagabundo nos dice “es una red para atrapar arañas gigantes”.
 

 

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